LA MADRE
CÓSMICA
Por: YOGANANDA.
La Madre del
Universo, Jagadamba, aparece representada portando diversos dones en sus manos,
es una de las muchas formas bajo la cual se le adora en la India como aspecto
femenino de Dios.
¿Debemos
considerar a Dios solamente como un infinito Espíritu impersonal desprovisto de
toda forma y sexo?
¿No podemos
apelar al Creador concibiéndole bajo un aspecto más familiar a la mente humana?
En éste
último caso, ¿cómo deberíamos llamarle, Padre o Madre?
En verdad,
Dios es ambos, Padre y Madre.
Una porción
de su Ser permanece siempre oculta más allá del espacio y del Universo, allí
donde no existe sino sabiduría pura, tal es el aspecto de Dios como Padre.
La
naturaleza entera en cambio, es una manifestación de Dios en su aspecto de
Madre, pródiga en belleza, dulzura, bondad y ternura.
Las flores,
las aves, los árboles, los ríos, todos hablan en su hermosura del espíritu
creador y artístico del Señor en su aspecto Maternal.
No podemos
evitar sonreír al pensar en la Madre con su vía Láctea plena de diamantes
estelares, sus perfumadas flores, la risa de sus fluyentes aguas y su belleza
manifestada en la creación entera.
Cuando
contemplamos la fecundidad de la tierra, el desarrollo de las plantas y los
seres, el amor de todas las criaturas hacia sus pequeñuelos, una honda ternura
surge en nuestro interior, vemos y sentimos aquí el instinto maternal de Dios.
Y si en
algunas ocasiones, la conducta de la naturaleza se nos torna cruel e
inexplicable (en la India se le da el nombre de Kali a la Madre cuando se presenta
bajo éste aspecto), asi también suelen parecerle al niño algunas de las medidas
disciplinarias y protectoras de su Madre.
Cuando nos
sentamos en medio de un bosque sombreado y silencioso, cuando en la cumbre de
una montaña nos erguimos bajo el azul del cielo, cuando hollamos la blanca
arena junto a un mar refulgente, no podemos dejar de experimentar una cierta
ternura en nuestro interior, esta es nuestra reacción frente al aspecto Maternal
de Dios.
Si al cerrar
los ojos evocamos interiormente la imagen del vasto espacio, nos sentiremos
fascinados por el sentimiento de la infinitud, y no percibiremos en ella sino
la vibración de la sabiduría pura, nada más que sabiduría.
He aquí el
aspecto de Dios como Padre, la ilimitada esfera en la cual no existe creación
alguna, ni planetas, ni estrellas, sino solo el uniforme poder de la sabiduría.
Este es el
Padre.
Así pues,
Dios es tanto un Padre como una Madre.
Cuando se
concibe a Dios como una trinidad compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, podemos ver en el Espíritu Santo a la Madre, en la creación entera al
Hijo, y en el Señor mismo al Padre.
Así como la
Madre se refleja en su Hijo, la Naturaleza se refleja en la creación.
Dios en su
aspecto de Padre y Madre dio nacimiento al Hijo, el cual es un símbolo o
expresión de su amor.
Y nosotros,
como parte de la creación, integramos aquél símbolo del amor divino.
En la
familia humana, podemos ver una reproducción en miniatura de aquella gran
familia Divina.
Dios se
manifiesta tanto en el padre como en la madre, y en la expresión de su amor
mutuo, el hijo.
¿A qué se
debe que ésta trinidad se exprese en la familia humana?
Ello ocurre
porque los hombres somos parte de Dios y Él es esa trinidad.
El creador
con su sabiduría infinita y en su sentir infinito, dio origen a vehículos a
través de los cuales deseaba Él expresar tales cualidades.
Y ha sido
así como al manifestarse la creación, la sabiduría del Señor asumió la forma
del padre, y su sentir adoptó la forma de madre.
Cada uno de
nosotros no es sino una expresión parcial del infinito, ya que el padre humano
actúa siempre de acuerdo a la razón, mientras que la madre es guiada por el
sentimiento, y ambos son imperfectos.
El padre
procura educar al hijo a través de la razón y la fuerza, en tanto que la madre
lo hace mediante el sentimiento y la ternura.
Al golpear a
una criatura que se encuentra semi ahogada en la maldad, con el objeto de
salvarla de tal desesperado estado, la severidad del padre solo conseguirá
hundirla más en el mal.
La madre en
cambio dirá “enseñadle a través del amor”.
En ocasiones
conviene hacer uso de una cierta austeridad, mientras que en otras es
preferible brindar una gran dosis de amor.
Mas si el
niño recibiese solamente dulzura, éste exceso le perjudicaría.
Ambos
aspectos de Dios son necesarios para mantener el equilibrio.
Si bien el
amor paternal es ocasionalmente demasiado severo, el amor maternal tampoco es
perfecto.
Fritz
Kreisler comentó en cierta ocasión... ¨ mi madre me amaba tan profundamente que
se opuso siempre a que yo abandonara Europa, sin embargo yo no sería Kreisler
hoy día si no hubiese afrontado el amor de mi madre.¨
Semejante
amor es egoísta y esclavizante.
DIOS
MANIFESTADO EN EL PADRE HUMANO:
Jesús solía
referirse a Dios en su aspecto de Padre.
Algunos
santos hablan de Dios como Madre.
Si concebimos
a Dios en su aspecto trascendental no podemos considerarle como Padre ni como
Madre, no obstante, tan pronto como pensamos en Él en términos humanos, Dios se
convierte en el padre, la madre, el amigo, el hijo, o el Bienamado.
Y vemos
entonces que tanto la maternidad como la paternidad de Dios se encuentran
presentes en nuestra propia familia.
Personalmente
cuando pienso en mis padres, jamás les considero simplemente como un padre o
una madre humanos, sino manifestaciones celestiales del Señor.
Aún cuando
todo hombre es una encarnación de la sabiduría de Dios, en ocasiones parece
difícil apreciar éste hecho.
Habrá
quienes dirán quizás...¨ tal vez el Padre Celestial resida en éste hombre, más
él parece tan malo que me es imposible percibir divinidad alguna en su ser ¨.
No obstante,
deberíamos ser capaces de aislar el bien del mal.
Si cubrimos
de lodo una pepita de oro por ejemplo ¿diremos por ello que el oro se ha
desvanecido?
Ciertamente
que no, el sentido común nos indica que éste yace oculto bajo el lodo.
Tanto la
razón como el sentimiento, en sus expresiones más elevadas, están provistos de
cualidades intuitivas.
Asi por
ejemplo, la razón pura manifestada en el hombre, es capaz de discernir tan
claramente, como el sentimiento puro encarnado en la mujer.
Es un hecho
reconocido el que las mujeres están dotadas de una aguda intuición, solamente
cuando se excitan con emociones negativas, pierden ellas tal capacidad.
Más la razón
en su aspecto más elevado es también una facultad intuitiva.
Si basamos
una conclusión en una premisa errada, tal conclusión también será equivocada.
La intuición
en cambio jamás puede equivocarse.
El hombre
divino alcanza un estado de equilibrio perfecto, a través del desarrollo de las
cualidades tanto paternales como maternales de su ser.
Al
concentrarse en el corazón, puede él desarrollar las buenas cualidades del
aspecto maternal de Dios.
Y si se
concentra en cambio a nivel del ojo espiritual, el centro de la sabiduría
(ubicado sobre el entrecejo) cultivará las cualidades paternales del Señor.
Cuando yo me
concentro en el corazón, experimento la infinita ternura de la Madre, y siento
allí un divino gozo.
Y toda la
sabiduría del Padre brilla para mí en el centro de dicha cualidad, cuando
concentro mi atención en Él.
El hombre
perfectamente equilibrado, es capaz de sentir hacia todo ser el mismo amor de
la madre hacia sus hijos.
Eso es lo
que sintió Jesucristo, y por ello pudo decir...¨ Padre , perdónales porque no
saben lo que hacen ¨.
¿Cómo le fue
posible a Él sentir semejante amor por aquellos que le estaban crucificando?
Cristo había
desarrollado en su ser tanto el aspecto maternal como el paternal de Dios.
Aquellos
hombres provistos de lanzas que estaban clavándole a la cruz, no eran para él
sus enemigos, sino sus hijos.
¿Quién sino
una Madre podría haber experimentado lo que Jesús sintió?
Aun cuando
aquellos hombres eran incapaces de comprender, ellos eran sus hijos.
Cuando una
madre es torturada por su hijo, lo único que le preocupa es lo que le pueda
sobrevenir a éste.
Esto fue lo
que sintió Jesús.
Pienso que
si hubiese dicho... ¨Madre, perdónales, ésta habría sido una expresión aún más
tierna de su amor.
Todo ser
humano (en verdad, todo hombre, ya que todos son potencialmente padres) debiera
recordar que su cuerpo y su mente son un templo del Padre Celestial, un templo
que no debería ser profanado por bajas pasiones.
Tales
templos corporales no debieran albergar jamás ni pasiones ni deseos bajos.
Y aún más,
todo padre debería recordar que el Ser divino mora en el templo de su propio
ser.
La suprema
creación del padre humano, es cultivar sus propios pensamientos espirituales,
considerándolos como sus hijos divinos, y producir en sus hijos terrenales,
pensamientos divinos.
Cada padre,
al sentir la tentación de reconvenir a su hijo con dureza, debería pensar lo
siguiente... ¨mi mente debe ser cual ventana transparente, a través de la cual
la luz del Padre se derrame sobre mis hijos. Sus hijos.
Y puesto que
mi voz es un instrumento del Padre Cósmico, no puedo yo hablar a mis hijos en
mala forma.
¿Y quiénes
son vuestros hijos?
Vuestros
hijos terrenales no son vuestra única responsabilidad, todos ellos os serán
arrebatados algún día.
El Señor os
ha dotado de ésta relación humana, en particular, solo con el objeto de
capacitaros para ofrecer sabia guía y protectora ayuda a toda mujer desvalida y
a todo niño que cruce vuestro camino.
Toda mujer
por otra parte, debería irradiar su puro amor maternal hacia cada hombre y cada
criatura que encuentre, cuando quiera que sea necesario proteger o ayudar a
alguien a levantarse del pozo en que ha caído, debería ella ofrecer su amor
materno.
Personalmente,
veo tal aspecto maternal en cada mujer.
No hay nada
que pueda igualarse a aquella simpatía pura e incondicional que la mujer puede
brindarle al hombre.
Todo hombre
capaz de ofrecerle a cada mujer el respeto que se merece, comenzará muy pronto
a ver en ella algo de lo cual jamás se había percatado anteriormente.
Más, quien
mira a la mujer como un mero objeto de lujuria, cultiva ese mismo mal dentro de
sí.
El instinto
maternal le fue concedido a la mujer a fin de que ella pudiese salvar al hombre
de las garras del mal, tal es el propósito de la mujer.
Ella no fue
creada para estimular la lascivia del hombre.
Hubo un gran
santo que ejemplificó lo dicho anteriormente.
Ciertos
discípulos suyos, deseando ponerle a prueba, le enviaron algunas hermosas
prostitutas para tentarlo.
Más cuando
ellas llegaron ante él, no hallaron ni lujuria ni ira en su reacción, irguiéndose
rápidamente, en cambio el santo exclamó... Divina Madre, has venido hasta mi en
éstas formas... te reverencio en todas ellas.
Ante tal
conducta los discípulos arrepentidos le reverenciaron y las mujeres sensuales
se prosternaron ante él avergonzadas.
El gran amor
del santo lavó la lujuria que las contaminaba y fueron totalmente
transformadas.
El hombre
debería considerar a toda mujer como una madre.
¡Es tanto lo
que pierde cuando mira a la mujer meramente como un objeto de pasión!
Un individuo
puede ser juez en la corte suprema, más en su hogar, para su esposa él es un
niño.
Debido a que
el torrente del amor divino fluye a través de la madre, la cual es el
instrumento humano de tal amor, aun los más grandes Maestros espirituales han
honrado a sus madres.
Swuami
Shakara por ejemplo, a pesar de sus votos (a través de los cuales había
renunciado a todo lazo familiar, con el objeto de servir a una familia mayor,
la humanidad), retornó junto a su madre cuando ésta yacía agonizante y cremó su
cuerpo mediante una llama materializada en forma sobrenatural.
Toda mujer
debería ser un instrumento del amor de la Madre Divina, sintiendo el mismo amor
hacia el mundo entero.
Al inspirar
a los hombres a través de semejante amor, la mujer entrega la mayor ofrenda la
mayor bendición que posee.
Una mujer
llena de odio e ira verá esas mismas cualidades en el hombre.
Por esto
toda mujer debería evitar dejarse conquistar por sus estados de ánimo,
manteniéndose siempre libre de toda emoción negativa.
Pues cuando
es víctima de los celos o del odio, la mujer pierde aquella cualidad intuitiva
que es el don especial que Dios le ha concedido.
Mi madre,
por ejemplo poseía una gran intuición, porque su mente estaba libre de todo
celo, odio e ira.
Es el deber
de la madre el ofrecer su amor maternal a todos por igual, y no solamente a sus
propios hijos.
Pero no es
posible acudir a todos los seres del mundo y ofrecerles tal amor, podríais
decir.
Existe, no
obstante una vía más fácil, para desarrollar el amor incondicional.
Al meditar
concentraos en el corazón, y afirmad: "siento a Dios como a la Madre
Divina".
Luego, a
tomar conciencia de ese gran amor irradie mentalmente a todas las criaturas de
la tierra.
Cuando el
amor de una madre alcanza tal grado de perfección que no hay ya en él ni
limitación ni afán posesivo alguno, este se convierte en el amor de la Madre
Divina.
Todas las
madres están destinadas a ser una manifestación del amor incondicional de Dios.
Más las
madres humanas son imperfectas, solo la Madre Cósmica es perfecta.
Cuando
aprecio la ceguera de algunas madres humanas pienso, éste no es en verdad el
ilimitado amor de la Madre Divina.
En esta
forma, en lugar de ser un objeto de tentación, os convertiréis en un objeto de
inspiración.
Bendigo a
todas las madres y les digo: ¡Incluid a todos los seres en aquel amor que Dios
a puesto en vuestros corazones!
Debéis
sentiros orgullosas de que la Madre Divina, haya asumido vuestra forma con el
objeto de ofrendar un amor tangible al mundo, no solamente a vuestros hijos,
sino a todas las criaturas de la tierra.
Deberíais
esforzaros por recordar siempre el hecho de que el amor Divino que fluye a
través de vosotras es incondicional.
No es
vuestro amor, sino el amor de la Madre Divina que mora en vuestro interior.
Vuestro
orgullo maternal no debería limitaros ni tornaros posesivas, solo así seréis
verdaderamente Bendecidas y diréis:
"Me
siento orgullosa no de uno o dos hijos, sino de todos los hijos que tengo a
través de la tierra entera", solo entonces llegareis a identificaros con
la Madre Divina.
La madre que
considera a todos como sus propios hijos, no es ya una madre mortal; semejante
mujer se convierte en la madre inmortal.
Esto es lo
que han sido todas las santas, quienes han realizado la siguiente verdad:
"este amor que sentía yo hacia mis seres queridos los siento ahora hacia
todos.
Sé que no
soy este cuerpo, soy la omnipresente Madre Divina".
Reflexionad
en lo que podéis convertiros, en lugar de una simple mujer, podéis ser la Madre
Divina misma ¿Y por qué no?.
Ella nos ha
creado a su semejanza y debéis manifestar su imagen a través de vuestro amor a
todos.
El amor
incondicional al cual me refiero no es un amor ciego.
No se trata
de ignorar los errores de un niño, sino de amarle a pesar de sus faltas.
No debéis
desconocer sus acciones erradas, ni apoyarlas.
Aun
aceptando ardientemente el amor de mi padre y de mi madre, yo no deje jamás por
ello de notar los defectos de ambos.
Mi padre era
excesivamente estricto, y mi madre excesivamente dulce.
Fue así como
comprendí por vez primera la verdad de que cada padre debería atemperar su
razón con un cierta dosis de amor, mientras que cada madre equilibrar su amor
mediante la razón.
En mi Maestro
en cambio hallé la severidad del padre y la bondad de la madre, sin la ceguera
de ninguno de ellos.
Todas las
dificultades humanas nos han sido dadas como escuela; no para identificarnos
con ellas, sino para transformarlas.
Si podéis
aprender a considerar a vuestra madre como una manifestación del amor
incondicional de la Madre Divina, cuando ella se haya marchado encontrareis
solaz al recordar que vuestra madre terrenal no era sino la forma en que la
Divina Madre vino a morar entre vosotros por un breve tiempo y si habéis
perdido a vuestra madre debéis hallar a la Madre Divina oculta mas allá de los
cielos.
Jamás podréis
perder a la Madre Suprema.
La madre que
amasteis es una manifestación de la Madre cósmica, ella vino a velar por
vosotros un cierto período, para fundirse luego nuevamente en el ser de la
Madre Divina.
¡Cuán bien
conozco yo esta verdad y como debí sufrir para aprenderla!.
Mi madre
terrenal lo era todo para mí, mis alegrías se despertaban y se dormían en el
firmamento de su presencia.
Recuerdo
aquel viaje a casa durante el cual sentí intuitivamente que ella había
fallecido, al llegar a la estación ferroviaria, corrí al encuentro de mi tío, y
le pregunte: "¿Vive ella aún?", ¡ Cuán grande fue mi alivio cuando él
respondió afirmativamente!.
Si hubiese
confirmado mis temores yo estaba dispuesto a arrojarme bajo las ruedas del
tren.
No obstante,
los sucesos demostraron que mi tío no había dicho la verdad temiendo la
reacción drástica de mi parte.
Cuando supe
que mi madre había muerto, comencé a buscar por doquier sus amantes ojos, hasta
que las estrellas mismas se convirtieron en negros ojos que me contemplaban...
más no eran aquellos ojos que yo amaba.
He escrito
esta búsqueda en uno de mis poemas, no me fue posible hallar solaz alguno hasta
que...
Buscando
incasablemente a mi madre desaparecida, encontré finalmente a la Madre Inmortal.
En la Madre
Cósmica hallé yo el amor que había perdido al perder a mi madre terrenal.
Buscando
incesantemente en los incontables ojos de la Madre, encontré aquellos dos ojos
negros desaparecidos.
Fue entonces
cuando al preguntarle a la Madre Divina... ¿ Por qué arrancaste tú del
anillo de mi corazón el diamante del amor de mi madre? ¨Ella me
habló de su omnipresente amor.
Parte de lo
que me dijo aparece a continuación:
Te arrebaté
aquellos dos negros ojos que te aprisionaban para que pudieses encontrar esos
mismos ojos en Mis ojos, … en la tierna mirada de todas las madres
de ojos negros … y para que pudieses percibir en todos los
ojos negros solo la sombra de mis ojos.
¡Si solo os
fuese posible experimentar el arrobamiento que se apoderó de mí ser cuando
sentí que aquellos ojos negros de mi madre me contemplaban desde todos los
sitios, desde cada partícula del espacio!!
Cuán hermosa
fue aquella experiencia!
Todo mi
pesar se convirtió en gozo.
Si oráis
profundamente como lo hice yo, recibiréis una respuesta audible.
Vuestras
oraciones no son aún lo suficientemente profundas.
Más cuando
oráis con el corazón, elevando incesantemente vuestro llamado, con la
determinación de no dejar de orar hasta recibir una respuesta, la Madre Divina
os responderá.
Y veréis en
ella a vuestra propia madre.
Para mí,
toda mujer es ahora una madre.
Incluso allí
donde se puede apreciar apenas una mínima manifestación de bondad, veo yo a la
Madre.
Cuando pensáis
en Dios como vuestro padre o madre, comprendéis por qué Él jamás abandona a
nadie, y cómo le es posible perdonar incluso al más grande pecador.
Cuando
quiera que consideréis que vuestros pecados son inconmensurables, cuando quiera
que el mundo diga que no valéis nada, apelad a Dios en su aspecto materno.
Decid: Madre
Divina, aún cuando yo sea un mal hijo, soy tu hijo.
Cuando
recurrimos a su aspecto maternal, Dios nada puede decir, le derretimos.
Más no me
interpretéis equivocadamente.
Ella no os
apoyará si continuáis errando.
Junto con
apelar a la Madre Divina, os es necesario renunciar a vuestras malas acciones.
Hay una gran
sabiduría en la práctica de la confesión.
Esta no
solamente limpia vuestra conciencia, sino que os aclara vuestra posición: os
hace ver aquello que debéis hacer y aquello que debéis evitar.
Así por
ejemplo, cuando acudimos a un médico, debemos relatarle todo lo que concierne a
nuestra enfermedad, y él nos prescribirá un tratamiento, y si seguimos sus
instrucciones, sanaremos.
Más si
continuamos actuando equivocadamente una y otra vez, jamás recuperaremos la
salud.
Así sucede
también con la confesión espiritual.
Conozco a un
muchacho que solía decir: Puedo hacer lo que me plazca, puesto que la próxima
semana, cuando me confiese, seré perdonado.
Éste es un
enfoque equivocado de la confesión.
Si al
confesaros no renunciáis simultáneamente al mal, jamás obtendréis el perdón.
COMO CONQUISTAR
EL AMOR DE LA MADRE DIVINA:
Si con toda
sinceridad os determináis a rectificar vuestros errores, y apeláis a Dios como
Madre, Ella cede rápidamente, pues habéis recurrido a su ternura y a su amor
incondicional.
Al adorar a
la Madre podréis decirle cara a cara: Divina Madre, bueno o malo, soy tu hijo.
¡Quiero
fundirme eternamente en tí!
¡Madre
perdóname!
Después de
todo soy tu hijo.
Lo que he
hecho, hecho está, todo ha pasado ya y no lo volveré a hacer.
La Madre
Divina dirá entonces: has sido rebelde, apártate de mí, más vosotros
responderéis: ¡Tu eres mi Madre Divina y tienes que perdonarme!
Tal vez la
Madre Divina sugerirá: Pídeme la salvación y te la daré, pídeme sabiduría y te
la concederé, más no me pidas mi amor, pues si te lo llevas, me quedaré sin
nada.
Más si aún
así el devoto exclama: ¨!Madre, yo solo quiero tu amor!, entonces la Madre
Divina responderá: puesto que eres mi hijo y me has dicho que soy tu Madre
¿cómo no habría yo de perdonarte?, y os entrega Ella su última posesión: su
amor Divino.
Así pues, si
tenéis debilidades, si habéis fracasado en vuestra lucha contra la tentación,
no desesperéis.
Recordad que
ante Dios, todos somos pecadores.
No obstante
un santo no es sino un pecador que jamás se dio por vencido.
Y podéis
convertiros en santos si perseveráis en vuestros esfuerzos, hasta que recibáis
el amor incondicional de Dios.
EL PODER DE
LA DEVOCIÓN DE UN SANTO:
En India,
solía yo visitar con frecuencia a cierto santo.
La primera
ocasión en que acudí a él, debí aguardar en silencio durante cierto tiempo pues
me dijo : ¨estoy conversando con la Madre Divina¨.
¡Él era tan
grande, y no obstante tan dulce y sencillo!.
Su
apariencia entera irradiaba el amor de la Madre Divina, y cuando me encontraba
en su presencia, aquellas vibraciones anegaban todo mi ser.
Cada vez que
le veía conversando con la Madre Divina, sentía en mi corazón un amor
infinitamente mayor, que aquel que había experimentado jamás hacia mi madre
terrenal.
Me es
imposible describir tal emoción, sentía que no podría continuar existiendo un
solo momento más, sin la presencia de mi Madre Divina.
En cierta
ocasión , acudí a éste santo con la siguiente pregunta : ¿Cómo es posible que
usted comulgue con la Madre Divina, mientras que yo no puedo hacerlo?
Le ruego que
le pregunte a Ella, si me ama, ¡debo saberlo!
Yo no siento
su amor en el presente, más quiero llegar a Ella.
¡Debo saber
si Ella me ama!...
Luego de
insistir largamente obtuve finalmente la siguiente respuesta del santo: está
bien, se lo preguntaré.
Aquella
misma noche tuve una maravillosa experiencia, la cual atesoré silenciosamente
en mi interior.
Uno o dos
días más tarde visité nuevamente al santo, cuyos ojos entornados vagaban en las
selvas del infinito, rebosando un amor incomparable.
Jamás he
visto semejante amor a Dios en la mayoría de los misioneros que acuden a la India
a salvar a los herejes.
Pero he
visto también muchos sacerdotes y maestros hindúes desprovistos de tal amor.
No obstante
he encontrado ocasionalmente grandes Maestros, en cuyos ojos he percibido el
fulgor de Dios.
Yo solía
prosternarme a los pies de éste dulce santo, pues sabía que la Madre Divina
sonreía en su ser.
Así pues, al
acudir a él, le pregunté: ¿qué dijo la Madre Divina acerca de mi?¨, pícaro
muchachito, pícaro muchachito¨, respondió él.
¿Qué dijo la
Madre Divina? Insistí yo, usted me prometió darme
una respuesta ¿qué dijo Ella?
Más el santo
repitió solamente: pícaro muchachito.
Comprendí
que él podía ver mi interior y sabía que yo estaba ocultando mis pensamientos
con el objeto de comprobar si la experiencia que había tenido era real o no.
No obstante,
insistí una vez más: ¡usted, me lo prometió! ¿a que se debe que vosotros los
santos seáis siempre tan enigmáticos?
Entonces él
respondió: ¨has venido a ponerme a prueba?, eso no está bien, ¿no acudió acaso
la Madre Divina a ti la noche anterior en la forma de una hermosísima madre,
diciéndote: ¨Yogananda, siempre te he amado, ¡Que difícil me fue entonces
controlar mi alegría!
Un gozo
inefable se apoderó de mí ser entero.
Había yo
estado meditando durante todo el día, hasta que escuché aquella respuesta, y
cuando acudí al santo y oí de sus labios aquellas mismas palabras ¿qué podía yo
pensar?
Solo una
cosa, mi Madre había respondido verdaderamente.
Cuando éste
santo hablaba se asemejaba a un niño pequeño.
En sus ojos
refulgía la luz de los ojos de la Madre Divina.
“Quien
quiera que la busque, la encontrará”, decía él.
Más es
necesario hacer el esfuerzo.
Cada vez que
pienso en él, un hondo arrobamiento se apodera de mi alma entera, y mi corazón se
inunda de un amor tal, que me es imposible continuar hablando.
El me dijo
que mi Maestro vendría a mí más tarde, y entretanto me enseñó la senda del amor
a Dios.
Posteriormente
mi Maestro habría de enseñarme la vía de la sabiduría.
Aquella
combinación me aportó lo que yo necesitaba, la completa manifestación de Dios
como Padre-Madre.
Cada vez que
deseo ver a Dios como la Madre Divina, pienso en su amor y en como perdona Ella
a todos.
Es un
maravilloso privilegio el poder amar a Dios en cualquier aspecto suyo que nos
sea más necesario, como Padre cuando buscamos la sabiduría y como Madre cuando
necesitamos de su perdón.
En éste
último caso podemos decirle:
¨Madre, todo
cuanto puedo darte es el inconmensurable amor de mi corazón.
Tu sabes que
te amo más que a todos los dones que me has dado ¿cómo puedes mantenerte
apartada de mí?
Haced de
ésta vuestra continua oración.
Cuando
descubráis que ya no os interesa tanto vuestro alimento, vestimenta, ni
posesiones, cuando todas las cosas relacionadas con estos asuntos comiencen a
desvanecerse en vuestra conciencia, sabréis entonces que os estáis aproximando
más y más a Dios.
Y si tan
solo una vez sentís en vuestro corazón aquel amor que es el amor paterno y
materno, el amor filial y el amor del amante y del amado, sabréis que sois uno
con el amor de Dios.
LA
OMNIPRESENCIA DE LA MADRE:
No existe
nada más maravilloso que el sentir que Ella se encuentra con nosotros.
Meditad en
la presencia de la Divina Madre, quien velará por vosotros en todos los
aspectos, ayudándoos en toda dificultad, sea ésta un pesar, dolor, o
enfermedad.
Aprended a
servir a la Madre Cósmica, así como serviríais a vuestra propia madre,
comprended que os encontráis aquí para amarle a Ella, y para colaborar con su
obra, con igual celo con el que os ayudaríais a vosotros mismos.
Todos los
tipos de amor humano, en su más perfecta expresión, son absorbidos en el amor
de Dios.
En cierta
ocasión, encontrándome en Palm Springs, dedicado a entonar cánticos religiosos
de la India bajo el cielo del desierto, súbitamente vi a la Madre, la Madre
Divina…, cuán grande es Ella.
Cuán
amante....
!Cuán
importante para vuestra felicidad es Ella!
EL ÚNICO
AMADO:
Os
encontráis en el mundo solamente por un breve tiempo, más la Madre es la fuente
de todo bienestar.
Todas
vuestras experiencias son temporales, solamente vuestra relación con Dios es permanente
e inmortal.
Así pues, no
debéis dejaros engañar por las tentaciones mundanas, olvidándoos del Señor.
El Creador
puede ser conocido.
El Amo-Ama
del Universo, que titila en las estrellas, cuyo hálito de vida palpita en cada
brizna de hierba.
El-Ella
es a quien debéis encontrar.
Y tal
encuentro es lo más importante en éste mundo.
En las
piedras, las palmeras, en todos los sitios.
Es verdad
que Dios no tiene forma.
Más para
complacer a sus devotos, puede asumir cualquier forma que ellos anhelen, y fue
así como Ella se me presentó por doquier, mientras yo cantaba la siguiente
canción:
Madre, elevo
a Ti el llamado de mi alma, ¡no puedes permanecer oculta por más tiempo!
¡Emerge del
Cielo silencioso, sal de la cueva del silencio. ¡No podéis imaginaros cuán
maravillosa es.
Debéis
buscar al Bienamado en el templo del silencio.
Cuando
vuestro corazón apele una y otra vez a la Madre Divina, con una devoción y
atención siempre constantes, le encontraréis.
Dios puede
ser realizado, Dios puede ser conocido.
No os hablo
acerca de un Dios desconocido, sino de Uno a quien he conocido, Uno que me es
más real que todos los objetos que nos rodean, Uno que es el Océano que yace
bajo las olas de nuestras vidas.
Podéis
prescindir de todo lo demás pero no podréis prescindir de Dios.
Recordad
esto:
¨El
Bienamado solo puede ser conocido en el secreto de vuestra devoción, si
exponéis ante otros vuestro amor, no tendréis éxito.
Debéis
rendirle culto al Bienamado Divino en el templo de vuestro silencio, rogándole
continuamente ..! Revélate, revélate, revélate!.
Está bien
orar ocasionalmente por la satisfacción de vuestras necesidades, más vuestro
supremo anhelo debería ser el conocer a Dios.
Y El no
puede ser conocido sino a través de la aplicación de las leyes divinas, es
decir, siguiendo alguna de las vías que conducen a la Fuente.
Debéis
realizar en vuestro interior todos aquellos principios espirituales que
estudiéis, y es posible hacer esto a través de la meditación.
No temáis
que al pensar en Dios, (ya sea como Madre, Padre, Amigo o Bienamado) podáis
perderos en el Infinito, ya que si así os perdierais, vuestra ganancia sería
inmensa.
Quien procure
salvar su vida, la perderá, más quien pierda su vida en Dios se volverá
inmortal.
Debéis
expandir y disolver vuestra conciencia en la conciencia inmortal de Dios,
manifestado como la Madre Divina en vuestro interior.
Realizad lo
siguiente:
¨Dios como
la Madre Divina está tanto dentro como fuera de mí, en todo lugar.
Me prosterno
ante Ella.
¡Yo y mi
Madre Divina somos uno!
¡Yo y mi
Madre Divina, somos uno!
Madre Divina,
me prosterno ante Tu presencia Tu estás en el altar del cielo y del océano
En el altar
de las religiones universales
Y ante Tu
ser manifestado en los grandes Maestros Me prosterno ante Ti como Madre Y
contemplo Tu expresión en todas las madres
En el fondo
de las canciones de todas las almas Quiero escuchar Tus sones ¡Madre Divina.
¡En las
ondas del mar Quiero observar el juego de Tus músculos
Al vagar a
través de los bosques de mis inquietos pensamientos.
Seguiré la
senda de la concentración Que conduce a Ti
Eres el amor
que yace en el fondo de todo afecto
En el
paternal, el conyugal y en toda
Eres el amor
de todos los amores.
!!!!!!!!!!Bendíceme,
Bendíceme,
Bendíceme!!!!!!!!!!!!!
Paramahansa
Yogananda